La vieja tía Ada, desde que llegó al asilo, tiene una cita a la que no puede faltar: desmenuza, siempre a la misma hora, una galleta en el alféizar de la ventana de su habitación para que unos pajarillos que tienen su nido en el jardín puedan picotear felices. El resto de ancianitas lo ven como una pérdida de tiempo. Total, al final siempre pasa igual. Lo saben porque todas alimentaron a sus hijos y hoy en día no saben ni dónde están, ni si se acuerdan de ellas.
Pero la vieja tía Ada hace oídos sordos. Ella tampoco sabe nada de sus hijos. Sólo sabe que tiene que alimentar a estos pajarillos cada mañana, porque si no… ¡menudo jaleo arman!