Todas y todos tenemos características que nos hacen únicos y especiales. Apolonia no sólo era generosa, sino que además tenía unas manos de oro. Podía hacer mermelada… ¡hasta con las piedrecillas del río!
Todo el mundo admiraba a Apolonia y sus deliciosas mermeladas. ¡Imaginad la revuelta que se armó el día que el emperador encontró una mosca en su mermelada y quiso cortarle las manos a Apolonia!
Porque cabezas para llevar coronas se encuentran en cada esquina, pero manos como las de Apolonia no hay ni un par entre un millón.